¿Cuál es el origen del desacuerdo sobre el punto G?

Para dar una respuesta precisa y equilibrada a esta cuestión, hay que tener en cuenta que el punto G sigue siendo objeto de debate. Pregunte a un médico de familia en ejercicio sobre la controversia del punto G, y podría salir una respuesta; pregunte a un activista del punto G, y podría salir otra respuesta, y pregunte a un investigador médico que haya realizado un estudio original sobre la anatomía sexual femenina, y podría salir una tercera versión.

La respuesta más breve a la pregunta de por qué hay controversia sobre el punto G es que hay relativamente poca investigación y que la que se ha hecho es relativamente nueva.

Además, no existe una definición única. En un sentido médico, el "punto G" no es un término médicamente reconocido para ninguna parte de la anatomía femenina. Incluso como concepto viable, la idea de que exista un único "punto" no parece especialmente beneficiosa.

Sin embargo, el término "punto G" ha ganado popularidad entre la población general, y muchas mujeres afirman que existe un lugar específico en sus genitales que es extremadamente sensible y provoca una intensa excitación sexual cuando se estimula.

Queda al juicio de los investigadores médicos determinar qué tiene esta experiencia subjetiva que sienten tantas mujeres, cómo surgió y cómo encaja en el panorama general de la anatomía y la salud sexual femenina.

En lo que respecta a la investigación médica y el género, los historiadores (profesionales o aficionados) podrían decir mucho sobre por qué esta discusión sigue vigente. Las mujeres han tenido históricamente una voz menos poderosa cuando se trata de investigar y establecer "hechos" sobre la salud sexual de la mujer e incluso sobre su anatomía sexual, y eso ha persistido hasta nuestros días.

Un punto interesante sobre la controversia del punto G es que algunas de las primeras investigaciones sobre el punto G estuvieron motivadas por observaciones subjetivas y anecdóticas de mujeres y se llevaron a cabo con la esperanza de comprender un fenómeno que había causado angustia a algunas mujeres. De este modo, la investigación se vio influida en cierta medida por las experiencias personales de las mujeres.

Hoy en día, sin embargo, existe una pequeña "industria" del punto G que presenta libros, películas y artículos, todos orientados a "ayudar" a las mujeres a encontrar su punto G. También es plausible que todos estos productos de consumo hagan creer a las mujeres que necesitan descubrir su punto G para experimentar esos misteriosos orgasmos del punto G y que esto contribuya a la ansiedad sexual generalizada que algunas mujeres están experimentando en estos momentos.

Como era de esperar, la industria de los juguetes sexuales no se queda atrás. Para ayudar a las mujeres a explorar su sexualidad, en particular, su punto G, los fabricantes crearon múltiples dispositivos que pueden llegar fácilmente a esa zona especial y, así, propiciar orgasmos espectaculares. Entre estos juguetes sexuales se encuentran los vibradores conejito, los vibradores punto G, los vibradores tipo huevo como Lovense Lush 3 y OhMiBod Esca 2, y los juguetes sexuales en forma de U como los icónicos Lovense Dolce y We-Vibe Sync.

Lo interesante es que los juguetes sexuales dirigidos al punto G femenino están recibiendo cada vez más atención y se encuentran entre los más vendidos en todo el mundo.

Algunas personas se oponen abiertamente al punto G porque creen que es más problemático de lo que realmente vale.

Con términos como próstata femenina y esponja uretral, es posible que encuentres un terreno común si te preguntas por qué no podemos llevarnos todos bien. Si buscas un denominador común, puedes buscar orientación en la próstata femenina o en la esponja uretral.

Al menos la palabra "esponja uretral" se ha impuesto en la terminología anatómica, y puede que pronto le siga el término "próstata femenina".
Siempre habrá debate sobre si estas estructuras anatómicas son o no el lugar de la sensibilidad sexual y si intervienen o no en la experiencia de la eyaculación femenina, pero la gran mayoría de la gente parece estar de acuerdo en que al menos las estructuras anatómicas existen y que podemos explorarlas siempre que queramos.

Cuando se trata de educación sexual, me interesa menos el debate (aunque es una lectura entretenida) y más cómo afecta hablar del punto G a nuestra sexualidad, a lo que hacemos sexualmente, a lo que nos esforzamos, a las presiones a las que nos sometemos y a las formas en que exploramos diferentes tipos de respuestas sexuales, entre otras cosas.

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