La primera vez que compré un juguete sexual fue en mi dormitorio de la universidad, a la luz del monitor de mi ordenador, y de alguna manera, incluso eso me intimidaba.
El sitio en el que compré estaba salpicado de imágenes de mujeres desnudas cuyos cuerpos no se parecían en nada al mío, posando de formas que gritaban "¡¡¡Soy increíble en la cama!!!".
Era virgen, tenía problemas de confianza en mi cuerpo y nunca había tenido un orgasmo.
Fui a buscar un vibrador para que me ayudara con la abrumadora sensación de que el sexo era algo que pertenecía a otras personas, personas más sexys, y este sitio sólo terminó reforzando esa sensación.
Cogí el juguete más barato que pude encontrar (mientras me preocupaba que este sitio fuera a vender el número de mi tarjeta de crédito, ¡era un sitio sospechoso!) y salí pitando de allí…
Invitado por Redhead Bedhead
Este escenario se repetiría una y otra vez durante la siguiente década. Ya fuera en sitios web o en tiendas de mala muerte, la idea de que comprar cualquier cosa relacionada con el sexo implicaba exponerme a cosas con las que no me sentía cómoda y con las que no podía identificarme, y que por lo tanto debía hacerlo de la forma más rápida y discreta posible, influyó en todas mis compras sexuales.
Entonces, ¿qué pasó? Compré varios productos que no me funcionaron y, a falta de orientación, asumí que el problema era yo y que estaba "rota". Las compras, que nunca fueron muy divertidas para empezar, se volvieron tensas mientras buscaba ciegamente soluciones a mi "problema". Finalmente, me di cuenta de que el problema no estaba en mí, sino en los lugares que elegía para comprar.
El mero hecho de vender artículos relacionados con el sexo no hace que un negocio sea positivo desde el punto de vista sexual. Muchos sitios web y tiendas que pretenden satisfacer las necesidades sexuales de los consumidores parecen tener muy poco en cuenta esas necesidades. ¿Por qué? Al almacenar artículos de baja calidad, no educar en absoluto a los consumidores y crear un entorno poco acogedor e inclusivo, estos negocios envían el mensaje de que la única parte de ti que les importa es tu cartera.
No tiene por qué ser así. El comercio minorista puede ser -y en muchos casos (como el sitio en el que estás ahora mismo) lo es- positivo desde el punto de vista sexual. Las empresas pueden optar por ofrecer productos de alta calidad y seguros para el cuerpo, proporcionar información precisa y crear un entorno acogedor e integrador. Cuando los negocios para adultos hacen esto, comprar juguetes sexuales es algo más que adquirir vibradores y lubricantes a escondidas (como solía hacer yo): es un camino para explorar, ampliar y abrazar la sexualidad.
La positividad sexual convierte las compras en una oportunidad para que la gente se sienta cómoda y lo bastante segura como para hacer preguntas. Lo que, a su vez, puede animar a la gente a explorar su sexualidad y eso puede cambiar vidas: ¡ese es el poder del comercio sexualmente positivo!
La pasada primavera me embarqué en la primera etapa del Superhero Sex Shop Tour, una gira por los mejores sex shops de Norteamérica. La misión de la gira empezó siendo la de educar a los consumidores: que la gente supiera que existen estas tiendas para que pudieran encontrar lugares en los que se sintieran cómodos explorando su sexualidad. Desde entonces, la gira se ha ampliado para incluir también la educación de los minoristas. Muchas tiendas quieren hacerlo bien, quieren ser superhéroes. Pero no saben cómo. Creo que lo estamos cambiando.
Acerca de Redhead Bedhead
Redhead Bedhead tiene la misión de demostrar que a través del aprendizaje constante, la experimentación perpetua, la colaboración intrépida, el diálogo ininterrumpido y las ocurrencias frecuentes podemos salvar al mundo del sexo mediocre, y pasarlo condenadamente bien haciéndolo.
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